Llegar de un viaje al Aeropuerto Ezeiza tiene un gusto agridulce. Por un lado las salas de desembarque de las «nuevas» terminal B y C nos dan una idea de organización y modernidad, hasta que salimos de migraciones y nos encontramos con la dura realidad. ¿Cuáles son esos motivos por los cuáles ni bien pisamos suelo argentino ya queremos volvernos a ir inmediatamente?