Patinar, patinar y patinar. Ninguna otra sensación se compara a sentir el viento en la cara, la velocidad y la libertad.
Desde chica estaba fascinada con mis patines con cuatro rueditas naranjas, el único «deporte» que practiqué con regularidad, en el club del barrio.
Para mi, el día de la primavera en la escuela era lo mejor. Nos dejaban llevar los patines y patinar todo el día en el enorme patio del colegio. Durante la primaria, espere los 21 de septiembre más que la Navidad.